Migrantes: historias marcadas como tatuajes

➡️ Por Gerardo Cárdenas Leyva / Plumas Invitadas
A lo lejos alcancé a ver un grupo de hombres, recostados en la barda de un edificio. Me acerqué a preguntar por un autobús que me llevara a Hermosillo; cuando regresé a la banca a esperar, vi que el grupo de hombres ya no estaba, sólo había uno de ellos, quien esperaba como yo. Lo saludé de una manera cálida y amistosa, él me respondió de la misma manera.
En ese momento capté su personalidad tranquila. Por cierto, me llamo Gerardo, le dije. Sin titubear, él respondió. Soy Andrés. Le dije que me dirigía a Hermosillo, y él me dijo que iba a Monterrey.
Andrés, de quien omitiremos el apellido para su privacidad, cruzado de brazos me comentó: Vengo de la Ciudad de México. Allí viven mis padres y mis hermanos menores. Yo tengo 25 años, soy el mayor. ¿Y qué te trae por estos lugares?, pregunté. Trabajo con unos ingenieros que construyen naves industriales, en estructura metálica, dijo. Estuve en Mexicali, construimos una planta eléctrica. Fue allí donde contacté con las personas que me llevarían a Estados Unidos.
Le pregunté cómo terminó en una parada de autobús en esta ciudad fronteriza de Sonora. Él dijo que después de haber trabajado duro y ahorrar un poco de dinero, que había planeado inicialmente para comprarse un carrito VW Jetta, se le presentó la oportunidad que toda la vida había esperado: cruzar a Estados Unidos, por el famoso espejismo del sueño americano.

Después de pagar 30 mil pesos como cuota para “garantizar” el cruce a territorio estadounidense, fue conducido a la frontera, donde pasaron sin mayores problemas. Al cruzarlos, los dejaron en el desierto con una mochila, víveres y agua para el camino, y también les dieron un teléfono celular, con mensajes y llamadas los guiarían hacia su destino.
Andrés comentó que las personas que los estaban organizando para cruzar los separaban en grupos, como si los estuvieran clasificando; grupos de hombres y grupos de mujeres con niños. A los grupos de mujeres los acompañan uno o dos guías, mientras que a los grupos de hombres sólo les dan los celulares para guiarlos.
El grupo donde estaba él era pequeño, de puros hombres, vestidos principalmente con mezclilla y chamarras, ya que era temporada de frío. Les indicaron por dónde caminar, sin desviarse. Esas serán las primeras instrucciones donde empezará su agonizante travesía, algo así: “se van a ir caminando directo a tal cerro, donde esperarán más instrucciones”.
Después, con los celulares, les dan más instrucciones para guiarlos hasta su destino, mismo que Andrés no pudo conocer. Durante el primer tramo, todos parecían optimistas por estar en suelo estadounidense, dirigiéndose a materializar ese sueño de unos y esa necesidad de otros. Entre risas de alegría y ojos brillantes de felicidad al ver cada vez más cerca su sueño hecho realidad.
De pronto, todo ese hermoso espejismo se desvanece ante sus ojos, escuchan algo en el cielo, parecido a un avión, un dron del Ejército que alertó a la Patrulla Fronteriza y en pocos minutos fueron interceptados por los oficiales en cuatrimotos.
Cuando los escuchamos venir en las motos, vi cómo mis compañeros corrían, nadie sabía hacia dónde. El terreno con matorrales, sin árboles grandes, no nos ayudó. Todos fuimos detenidos, dijo Andrés. Corrí tanto que me cansé y tuve que esconderme entre unos arbustos, pero me encontraron. Los oficiales de migración fueron amables, pero nos hablaron fuerte. Nos dijeron que no debíamos andar haciendo eso, que es peligroso. Nos ofrecieron algo de comer. El proceso en el centro de detención fue rápido, sólo tomaron datos como nombres, edad, identificación, tomaron fotos y huellas digitales. Después nos sacaron por Nogales, en sólo un par de días estábamos otra vez en territorio nacional, a la espera de otra oportunidad para pasar.
Como es sabido, la “cuota” que se da para “los cruces” incluye la “garantía” del pase, ya que, si son interceptados por oficiales de la patrulla fronteriza y regresados, se les dará otra oportunidad para cruzar, algo que pocas veces se cumple, como en este caso.

Andrés preguntó a los coyotes cuándo volverán a cruzar, la respuesta lo dejó frío, pues le dijeron que la persona que recibió el dinero para el cruce ya no contesta y que no se puede hacer nada.
En este momento ve cómo sus ahorros se van volando, junto con ese gran sueño de materializar sus deseos de ir a los Estados Unidos donde, según, “todos quieren ir a ganar mucho dinero”.
Cuando estábamos en la banca, esperando el autobús que nos llevaría a la capital sonorense, observé su tatuaje del brazo y le pregunté si podía tomarle una foto, ya que me interesó su historia, a lo cual accedió de muy buena gana.
Pensé que, de manera metafórica, cómo hay historias que quedan marcadas en nuestra alma, en nuestra mente, en nuestra vida, como si de tatuajes se tratara. Lo tiene en su brazo izquierdo. En la parte superior tiene la figura de Jesús y las tres cruces del calvario, hay también el ala de un ave simbolizando la libertad y un reloj que marca la hora.
La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés) revela que ha habido un aumento significativo en el número de migrantes que cruzan la frontera en el sector de Tucson durante el actual año fiscal, que comenzó en octubre de 2023.
Según los datos, 342 mil 002 migrantes han sido encontrados cruzando la frontera, de los cuales 178 mil 718 son de origen mexicano, como es el caso de Andrés.
De pronto llegó el autobús que esperábamos; es la única línea que sube pasajeros por estos rumbos. No le pagamos al chofer, sino a una persona que se acercó a él rápidamente cuando bajó. Me sentí inseguro por un momento, pues el mismo chofer se miraba incómodo. La situación es difícil en la franja fronteriza del norte del país, “pero aquí no pasa nada”, dicen las autoridades, pero es mejor no averiguar, dicen… Nos subimos al autobús, platicando sobre lo que hará Andrés en Monterrey, y me contó detalles de su trabajo y algo más de su vida. Ya más relajados, en la seguridad que nos brindaba la unidad de transporte rumbo a la capital. La vida sigue y Andrés con rumbo a Monterrey, donde le espera un nuevo capítulo, metas y sueños por cumplir.

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Plumas invitadas de Conecta Arizona
Comentarios (3)
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Hola Gerardo, gracias por compartir este relato. Es una ventana a la realidad de nuestra gente en la frontera. Allí se guardan tantas historias crudas y humanas que necesitamos escuchar. El fenomeno migratorio es complicado. Que bien que te hayas dado la oportunidad de conversar con Andrés y ahora nos hagas conocer su experiencia.
Uno de los temas de mayor interés para mi, próximamente iniciare una investigación sobre migración pero dentro de lo legal. No se que pueda encontrar pero será interesante. Cuantas personas con un sueño truncado, pero a seguir luchando por la vida. Buena historia que pasa mas de lo que uno se imagina.
Muchas gracias, por permitirme participar y gracias también a los compañeros son inspiración sus historias.