La sed de Nogales y la nueva Ley de Aguas Nacionales

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Arte: Daniel Robles

➡️ Ángel H. Valenzuela / Plumas Invitadas

Mientras, en los cómodos recintos legislativos se presume una nueva Ley de Aguas, cargada de conceptos como “justicia social”, en las calles de Nogales, Sonora, la realidad tiene un sonido distinto: el del aire saliendo de las tuberías secas. Hoy, la brecha entre el papel y el grifo es más ancha que nunca. Es momento de que el público conozca las cifras y juzgue por sí mismo.

Legislar desde el centro del país sin entender la geografía del norte es, en el mejor de los casos, un error; en el peor, una negligencia. Nuestra ciudad no es plana ni sencilla. Subir agua a nuestras colonias incrustadas en los cerros requiere una inversión en infraestructura y energía que la nueva ley ignora.

Dejemos que los datos hablen…

Según datos oficiales de Conagua, el acuífero del Río Santa Cruz presenta un déficit anual de 6.7 millones de metros cúbicos. Estamos extrayendo el futuro de nuestros hijos sin un plan real de recarga.

Resulta insultante que se nos pida “ahorrar” cuando el propio organismo operador, Oomapas, reconoce que entre 40% y 50% del agua producida se pierde en fugas por una red obsoleta. La mitad de nuestra agua se queda bajo la tierra antes de llegar a tu hogar.

Por otro lado, el Inegi revela que miles de nogalenses viven excluidos de la red, dependiendo de pipas en una ciudad que crece a un ritmo que la infraestructura actual no puede sostener. Pipas que pertenecen a empresas relacionadas con funcionarios de gobierno, esto en palabras de la población.

En El Represo, instalaciones para la captación de agua además de ser un cuerpo de agua emblemático, el gobierno municipal ha decidido utilizarlo como instalaciones deportivas. Además de tener un uso para el control de inundaciones. No sé utiliza para captar agua tampoco para su distribución.


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“Es una contradicción dolorosa que la colonia El Represo viva bajo el tandeo mientras tiene a sus pies millones de litros de agua de lluvia que terminan convirtiéndose en un foco de infección por falta de una planta tratadora y un sistema de infiltración. El gobierno ha preferido construir parques sobre el agua que sistemas para llevarla a las casas”.

El periodismo local ha sido el eco de esta frustración durante años. Raymundo Estrada Charles, director de Nuevo Día (medio informativo local), ha sido tajante al respecto:

“El problema del agua en Nogales no es de hoy, es una herencia de abandono. Mientras el discurso político fluye, la realidad es que miles de ciudadanos siguen esperando que la llave deje de dar aire y empiece a dar vida”.

Y es aquí donde deberíamos de cuestionar: ¿De qué nos sirve una ley que proclama el derecho humano al agua si no tiene dientes para obligar a la inversión técnica? ¿De qué sirve una ley que no separa la gestión del agua de los intereses políticos? Como bien señala el gremio periodístico, la crisis es de gestión y de falta de voluntad para profesionalizar nuestras instituciones.

No podemos permitir que el agua siga siendo una moneda de cambio electoral. El tandeo no es una condición climática inevitable, es el resultado de décadas de politizar un recurso vital.

Que sea el ciudadano quien juzgue al ver los números: una industria que crece, una población que aumenta y un acuífero que se vacía bajo una red que gotea. Si la nueva Ley de Aguas no obliga a una autonomía técnica y a un fondo de rescate fronterizo, nos estarán entregando un documento mojado para una ciudad que se muere de sed.

Es tiempo de dejar de ver hacia el Congreso y empezar a exigir desde nuestras colonias. Porque en Nogales el agua no es un debate político, es una cuestión de supervivencia. Tú lo sabes.


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