Navidad: más que una fecha, un gran acontecimiento
➡️ Francisco Jáuregui / Plumas Invitadas
Cada año, el mes de diciembre —y especialmente el día 25— convoca a millones de cristianos en todo el mundo a recordar uno de los acontecimientos más trascendentales de la historia de la humanidad: el nacimiento de Jesús, hijo de Dios, hecho que marcó un antes y un después en la historia universal. Independiente, y respetando las creencias religiosas, conocer sus antecedentes permite comprender por qué la Navidad representa mucho más que una simple fecha festiva.
El nacimiento de Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, fue anunciado por diversos profetas del Antiguo Testamento. Entre ellos destaca el profeta Isaías, quien proclamó: “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: he aquí que la Virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel” (Is 7,14), que significa “Dios con nosotros”.
La profecía se cumple de manera asombrosa en el Nuevo Testamento, donde se relatan con detalle las circunstancias y los hechos de ese acontecimiento. Al respecto, san Juan Pablo II afirmó: “Jesús nace para la humanidad que busca libertad y paz; nace para todo hombre oprimido por el pecado, necesitado de salvación y sediento de esperanza”.
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La Biblia no precisa la fecha exacta del nacimiento de Jesús. Sin embargo, diversos historiadores coinciden en situarlo hacia el final del reinado de Herodes El Grande, rey de Judea, cuya muerte ocurrió en el año 4 a. C., incluso plantean la posibilidad de que haya ocurrido en el último trimestre del año.
En sus inicios, la Iglesia primitiva centró su fe principalmente en la resurrección de Jesús más que en su nacimiento. No obstante, a mediados del siglo IV, en el Imperio Romano de Occidente se adoptó el 25 de diciembre como la fecha para celebrar su nacimiento.
Esta elección coincidió con la festividad romana del “dies solis” (día del sol), que celebraba la victoria de la luz sobre la noche más larga del año.
Los primeros cristianos interpretaron simbólicamente esta fecha afirmando que la verdadera luz del mundo es Cristo. La celebración fue confirmada por el papa Julio I y, posteriormente, en el año 354, el papa Liberio la estableció oficialmente como una festividad distinta de la Epifanía, que conmemora la manifestación de Jesús al mundo mediante la visita de los Reyes Magos.
Desde Roma, las celebraciones navideñas se extendieron primero a Oriente y luego al resto del mundo, convirtiéndose con el tiempo en una fecha universal. Han transcurrido más de dos mil años y la Navidad ha adquirido diversas expresiones culturales que se renuevan según las tradiciones de cada país: desde la figura de Santa Claus hasta la música, el cine, las luces decorativas y el creciente protagonismo del comercio, con regalos y abundantes reuniones familiares.
Sin embargo, estas manifestaciones no deberían opacar el verdadero significado de la Navidad: el nacimiento de Jesús. Es a Él a quien corresponde expresar nuestra alegría y gratitud, participando en la Santa Misa y en otras celebraciones litúrgicas, así como mediante la oración y el canto en familia.
Finalmente, aprovecho esta oportunidad para saludar a mis familiares y amigos, especialmente a la comunidad peruana y a los lectores de esta prestigiosa revista, deseándoles una feliz Navidad y un próspero Año Nuevo. Recordemos que Jesús es el motivo central de la Navidad y preparémonos para recibirlo en nuestros corazones.
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