Al rescate de historias familiares: “Mi misión en la vida es ayudar a que ninguna historia se pierda”

“¿Quién ha querido escribir su historia? ¿A quién le contaban historias en la infancia? Pues si me preguntaran mi misión de vida, diría que es ayudar a que ninguna historia se pierda”. Así comenzó su diálogo con la comunidad de Conecta Arizona la codirectora del Centro de Producción de Lecturas, Escrituras y Memorias (LEM), Laura Athié, quien presentó el Diplomado en Memoria y Discursos Autobiográficos que comienza a dictarse, en Puebla (México), el próximo 9 de abril, en modalidad presencial y en línea.

La capacitación, que se extiende hasta diciembre y para la que ya está abierta la inscripción, permite a los participantes escribir las historias de sus vidas, las de sus familiares o las de cualquier persona, en un ejercicio –periodístico, histórico, literario- de rescate de hechos, momentos y personajes propios del pasado, como parte de un viaje a las biografías de familiares que permite descubrir orígenes e identidades y que puede terminar en la publicación de un libro.

En el diálogo en La Hora del Cafecitoen WhatsApp, Athié presentó el Diplomado y también contó su historia familiar, de su padre emigrante, y escuchó las historias familiares de la comunidad de Conecta Arizona. “En el Centro LEM en Puebla reunimos a gente que, como yo, quiere escribir su historia. O escribir la historia de sus abuelos, abuelas, madres o padres. O la historia de su negocio, de sus hijos”, señaló Athié en la conversación, moderada por Maritza L. Félix, directora y fundadora de Conecta Arizona.

Cuéntanos sobre el Diplomado en Memoria y Discursos Autobiográficos en el que estás trabajando.

“Lo que hacemos es ayudar a otras personas a que armen el entramado de las historias que les han contado. Por eso creamos el Centro de Producción LEM aquí en Puebla. Y muchas personas estudian aquí nuestro Diplomado en Memoria y Discursos Autobiográficos, donde aprenden a escribir, si quieren, o a rescatar sus memorias o a descubrir, en realidad, quiénes son. Hemos tenido alumnas y alumnos de Arizona, por cierto, o de muchas partes de México”.

☕ ¿Quiénes participan en el Diplomado y qué podríamos aprender?

“En el Diplomado participan 18 especialistas de teatro, literatura, radio, poesía, periodismo y varias disciplinas más. El Diplomado se inicia con la pregunta básica: ¿cómo recordamos en el cerebro lo que nos cuentan? Y ¿cómo es que eso que nos contaron se transforma en memorias? De ahí, cada sesión aborda un tema distinto. Al final del Diplomado hay una extraordinaria sesión de cierre para encontrar el origen de nuestros familiares, nuestros nombres, nuestras identidades. Aquí se descubren secretos que, a veces, no sabíamos. Yo descubrí, por ejemplo, que mi madre, quien ahora vive en Washington DC y es chef, tiene familia oaxaqueña: ella no lo sabía, menos yo. En resumidas cuentas, lo que aprendemos es: a encontrar a los personajes de nuestras vidas (nosotros también somos un personaje), a encontrar tramas, climas, capítulos, y a formar, narrar, contar y rescatar historias. A veces nos preguntan: ¿y si yo no quiero contar mi historia sino la de otros? ¡Se puede! Hay quienes no quieren escribir su biografía o su autobiografía, pero tienen otras historias. Por eso a LEM han venido periodistas, investigadores o personas que trabajan en asociaciones civiles”.

☕ Esa parte de los antepasados es tan importante.

“Muy importante. Son nuestras raíces y a veces es triste porque se muere alguien y no sabemos ni cómo fue de joven, qué soñaba, de quién se enamoró”.

☕ Cuando entrevisté a quienes están detrás de la película Coco, hace años, me dijeron que era un homenaje a sus raíces justo por eso.

“Así es. O la película Encanto, por ejemplo” (la película acaba de ganar el Oscar a mejor película de animación).

☕ ¿Qué necesitamos para participar en el Diplomado?

“Necesitamos que (los interesados) envíen una carta a: hola@lemmexico.com en donde nos digan: quién eres y por qué te gustaría entrar al Diplomado”.

☕ ¿Y cuáles son los requisitos?

“Los requisitos son: tener más de 18 años (hay alumnas y alumnos de hasta 70 o más) y tener deseos de contar una historia o tener testimonios y trabajos para hacer biografías, investigaciones o recopilación de historias de vida. En LEM de Puebla hemos recibido, de manera presencial o a distancia, desde donde se encuentren, a muchas personas que desean contar su historia. Y siempre terminamos, quienes impartimos clases o quienes asisten, conmovidos. En nuestra web pueden ver muchos testimonios de quienes ya han tomado el Diplomado. No se asusten, no es necesario ni ser escritor o escritora ni tener ningún estudio especial. Me encantará verlos o conocerles y les invito a que nos sigan en Facebook”.

☕ Cuéntanos un poco de tu herencia migrante. Aquí somos muchos con historias de inmigración.

“Recuerdo que, cuando era pequeña, hubo alguien que me hizo amar las historias: mi padre. Por eso me dedico a lo que me dedico. Mi padre era hijo de emigrantes, de esos que se suben a un barco y no vuelven a su tierra jamás. Se llama Fernando, era hijo de un inmigrante libanés y tenía una historia increíble: como niño, a los 9 años de edad salió del Líbano. Su historia es como la de muchos: sus padres abandonaron el Oriente porque había guerra, como hoy”.

☕ Migración forzada, en cierta forma.

“Mi papá, que va a cumplir 80 años el próximo 15 de mayo, me contaba muchas historias cuando era niña. Algunas eran muy fantásticas, otras eran creíbles, pero otras historias eran muy, muy tristes. Muchas de las historias que me contaba tenían que ver con esas fantasías que uno ve de niño, de niña y que cree que son reales. Por ejemplo, él decía que en la casa donde nació y donde yo caminé de niña -y viví hasta los 11 años- había duendes que se podían ver si uno colocaba espejitos debajo de la lavadora que estaba en el baño. Su historia, de migración forzada, como bien dicen aquí, pasó a mi memoria porque, cuando yo me portaba mal, él me sentaba en la cama y me decía: ‘Laurita, ¿por qué te portaste mal’. Y comenzaba a contarme cómo mi abuelo sufrió de niño, abandonó Líbano, llegó a América sin saber que era América y no pudo bajar del barco, por lo que se fue hasta México a un lugar llamado Veracruz. Pero lo regresaron, así que se fue de vuelta al Líbano con su madre, que se llamaba María (Menille, en árabe) y era muy joven. Mi abuelo se llamaba Farid. Mi padre, como seguro su madre y su padre, enfrentó una historia dura”.

Laura y su padre, Fernando, inmigrante libanés. “Mi papá me contaba muchas historias cuando era niña”, recordó (Foto: cortesía Laura Athié).

☕ Cuéntanos.

“Al llegar su padre, es decir mi abuelo, 9 años después de que lo regresaron, a buscar a la familia que se había quedado en Veracruz, descubrió que se habían ido a la Ciudad de México, a un mercado. Mi padre, el niño migrante libanés, llegó al Mercado de la Lagunilla a buscar a su padre, y no lo encontró, así que algún lugar una mujer decidió dejarlo vivir ahí. Y ahí durmió, en un puesto de pollos. Ahí conoció a mi madre, hija de Carmen, mi abuela mambolera. Escribí sobre ella en mi libro De cómo cocinaban las abuelas”. La ruta de mi abuelo y mis antepasados me ha servido, desde hace 15 años, para escribir las historias que me contaban mi padre, mi abuela y mi madre. Y para ayudar a otras y a otros a que escriban la suya. ¿Qué historias les contaban? Y, lo más importante: ¿las creyeron o dudaron de ellas? Como mi historia es muy larga y mi padre era muy, muy platicador, yo escribí mucho sobre él, cuentos. Yo he creído siempre las historias; si no las creyera, ¿cómo habría sobrevivido en mis momentos de dolor? Las historias de mi padre y de mi abuelo me han servido para levantarme cuando me ha ido mal, muy, muy mal. Mi padre Fernando es mi piedra angular, es decir, es la piedra porque sobre su palabra y su historia me puedo poner de pie. A mi abuelo casi no lo conocí, casi no platiqué con él, por eso la imagen que tengo de él es la de las historias de mi padre. Mi abuelo salió del pueblo Bkassine: nadie en mi familia había ido al lugar, yo gané una beca y fui a tratar de ver si encontraba su casa, su ruta, a mi familia. Mi mamá y mi papá, como muchas parejas, dejaron de amarse. Y, para poder entender por qué sucedió, pregunté mucho y, finalmente, decidí creer en la historia que me contó cada uno, porque ambas historias son verdad. Yo a veces pienso que pude haber nacido en Líbano, o en Veracruz, pero la vida tiene tramas como los libros y las novelas. El asunto es darle tiempo y valor a nuestra propia historia. Tenemos que empezar por confiar en que nuestra historia vale: estoy segurísima de que aquí hay cientos de historias jamás contadas. Encontramos un pueblo que lleva nuestro apellido y que ni él ni yo conocíamos; encontrarlo fue una hermosa casualidad. Y uno de los libros en los que conté esa historia fue Calva y brillante como la luna”.

☕ Escribir sana.

“Sin duda que sí, ayuda a liberar esos dolores que llevamos dentro”.

☕ Y plantar la narrativa migrante desde la pluma de un migrante es mucho más poderoso.

“Así es, pero cuando aquel que viajó y vivió ya no está, ¿cómo podemos recuperar esa historia? Recordando lo que nos contaban, pasando esos recuerdos y esas historias a un papel, un video o un audio”.

La ruta de los antepasados de Laura Athié, en la investigación que realizó sobre su familia, hasta el presente de su hija Abril (Imagen: cortesía Laura Athié).

Laura Athié, además de narrar su historia inmigrante, invitó a que los miembros del grupo de WhatsApp de Conecta Arizona compartan sus propias historias personales y de migración, a los que respondió e interpretó desde su lugar de experta en escuchar y contar este tipo de narraciones.

☕ “Mis abuelos cruzaron el río con mi mamá en una caja de madera, se fueron a trabajar en el campo, mi abuela cantaba y mi madre estaba debajo de un árbol en esa misma caja; eso fue en Tamaulipas. Al tiempo decidieron regresar a sus raíces y ¡lo demás es historia!” (Mayra Torres).

“Y es una historia que debe ser contada porque, si no ¿cómo la sabrán nuestros hijos y nuestros nietos?”.

☕ “Curiosamente hace un par de meses conocí a una pareja de abuelos que fueron hijos únicos (cada uno), tienen 4 hijos y unos 10 nietos, y desde hace mucho escriben un diario en el que cuentan toda su vida y los recuerdos efímeros de sus familias. Lo están encuadernando para dejarlo a sus nietos. Se me hizo muy loable” (Jorge Sánchez).

“Es maravilloso. Escribir nos permite colocar nuestra historia en la historia oficial. Es decir, en esa historia que nos cuentan en la escuela y en la cual no estamos nosotros, ni nuestras familias”.

☕ “Qué padre escribir la propia historia a partir de las historias de nuestros antepasados y cómo las decisiones de aquellos han hecho lo que somos ahora, o han contribuido a lo que somos ahora. Es muy interesante ver cómo las decisiones de los demás han afectado nuestra propia historia, a pesar de que las decisiones muchas veces no hayan sido muy favorables en algunos casos pero que de alguna manera han influenciado a lo que somos actualmente. Es muy edificante poder retroalimentarnos sobre quiénes somos, de dónde venimos, de las decisiones que tomaron nuestros padres, nuestros abuelos y por qué nosotros tomamos estas decisiones” (Javier Esquer).

“Y lo más importante es que, si nosotros no la escribimos, nadie más lo va a hacer. Así es, respetar la historia de nuestros ancestros, entender que su verdad, aunque no sea la nuestra, es suya y es así como cada uno y cada una vivimos nuestra historia”.

☕ “Siempre he querido escribir alguna biografía de mis papás y, por extensión, la mía. Pero no sé qué tan interesante sea” (Javier Esquer).

“Esa es una de las cosas que suelen decirnos cuando van a ingresar a LEM. ¿Y si mi historia no es interesante? Nosotros estamos seguros de que toda historia es interesante, sólo hay que saber cómo contarla. A veces pensamos que no somos capaces de hacerlo, de escribir. Pero lo somos y, si no creemos poder hacerlo por escrito, podemos (y debemos hacerlo) oralmente”.

☕ “Me encantaría escribir la historia de mi abuelo y mi padre: cuántas anécdotas alegres, tristes, de solidaridad, unión, respeto, etc., pero sobre todo los sentimientos” (Maritza Félix).

“Escribir los sentimientos es muy importante, porque eso nos da la pauta de que nuestra historia es una trama”.

☕ “Cuando emigramos mi esposa y yo cruzando por los cerros de Nogales, ella venía embarazada. En la medianoche nos asaltaron unos jóvenes y niños armados. La odisea desde el principio se puso muy escalofriante al enfrentar a una pandilla de enardecidos adolescentes, evidentemente drogados, que –ansiosos- nos exigieron dinero y pertenencias. La historia desde su inicio tuvo un viraje del terror hacia la solidaridad y el heroísmo. Con mi ahora hija de 26 años en su vientre, a solo un mes del parto, mi esposa, yo y los coyotes tratamos de calmar a los asaltantes, que insistían en sacarnos las pertenencias. Sin preocuparme de tener que continuar mi cruce caminando descalzo, lo primero que hice fue verme unas botas nuevas mineras que traía puestas y, por supuesto, le llamaron la atención a uno de ellos. La primera conversación que tuve con los asaltantes, dirigiéndome a su líder, que traía una pistola muy temible en sus manos, acompañado del resto con navajas que se mostraban amenazantes, fue para detener una pronta agresión o desacuerdo en las interpretaciones, cuando apuraban el asalto…” (Luis Lim García).

“Suena impresionante. De ahí puede salir una novela, ¡pues tienes que escribirla!”.

☕ “Qué hermoso, gracias por el espacio y tiempo. Compartí la información con personas acá en Guatemala que escriben sus memorias y seguro les interesa el Diplomado” (Diana Fuentes).

“Qué bonito. Seguro que hay mucho que contar”.

☕ “Yo sé que los Covarrubias vinieron de España, pero no supe la historia. Nunca hubo alguien que me la platicara” (Alma Rosario Covarrubias).

“Nosotros tenemos una clase especial para averiguarlo, es la clase con la que cierra nuestro Diplomado”.


Mexicana de origen libanés y experta en escribir biografías

Laura Athié, experta en escritura de biografías e historias familiares.

Laura Athié, mexicana de origen libanés, es experta en escritura de biografías y desde 2010 impulsa el rescate de historias familiares a través de su proyecto Tejedora de Historias, que incentiva el uso de la palabra escrita para contarlas. Actualmente es codirectora del Centro de Producción de Lecturas, Escrituras y Memorias (LEM) de Puebla, México, y es autora de los libros De cómo cocinaban las abuelas (2011 y 2013, Landucci), Calva y brillante como la luna (2013, BrainST) y Robótica: Los jóvenes que se atreven a hacerla en México (Ríos de Tinta, 2018).

Maestra y doctoranda en Ciencias del Lenguaje (Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, BUAP), maestra en Política Educativa (Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación -IIPE-UNESCO de París), Athié es también especialista en educación por el IIPE-Buenos Aires (Argentina) y FLACSO (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales) en México, comunicóloga (Universidad Autónoma de Baja California) y diplomada en Terapia Narrativa (Instituto Latinoamericano de Estudios de la Familia, ILEF). Además, estudió paidología -estudio de la infancia- y periodismo. Su tesis de maestría se llama “Arraigos: identidad, emoción y lenguaje en los (e)migrantes libaneses” (BUAP, 2018).

Reconocida como intelectual libanesa por el Centro Mexicano Libanés (2020), Athié fue periodista, fotógrafa, conductora, productora y guionista de televisión y radio universitaria y comercial. Escribió para las revistas Emeequis, AZ Educación y Cultura, L de Lectura, Zona Líder, Quadratín, Virtuoso Cívico y Regina, y para los proyectos escolares “El placer de la escritura” (Pearson) y “Con mayúsculas y sin miedo: ¡A tomar la letra!” (Fundación SM).

Especialista en difusión de política educativa y cultural con experiencia en desarrollo de proyectos, producción editorial y cultura escrita, Athié fue directora de Materiales Educativos de la Secretaría de Educación Pública de México y trabajó para UNICEF en México (coordinadora subnacional), el Instituto Politécnico Nacional (asesora), el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta, donde fue directora de Fomento para la Lectura y el Libro), el Instituto de Cultura de Baja California y la Fundación Solidaridad Mexicano Americana (coordinadora de Educación y Cultura), entre otras instituciones públicas.

También colaboró en el diseño de políticas educativas, materiales educativos y lectura para México (2008-2010) y, través de la UNESCO, para los Ministerios de Educación de Bolivia, Paraguay, Argentina y Lituania. Fue profesora-tutora en FLACSO México y actualmente es parte del equipo de investigación en el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación de México. Desde 2006, además, documenta e investiga testimonios de personas con lupus, enfermedad con la que vive y tema del cual es activista.


¿Qué es una «tejedora de historias»?

Captura de pantalla del sitio www.tejedoradehistorias.com

«Tejedora de historias» es un proyecto que impulsa el rescate de historias familiares y ofrece el servicio de poder contarlas en diversos formatos, como un libro o un video. Según su página web, recolecta las historias de las personas que interesan a quien contrata el servicio, organiza talleres para capacitar a la persona interesada en cómo escribir un libro sobre esa historia, ayuda a terminar de escribir ese libro si ya fue iniciado, organiza un evento para presentar el libro a los seres queridos, y elabora el mapa o ruta del inmigrante protagonista de la historia.

¿Cómo es el vínculo de la tejedora de historias con la persona que se encuentra en la búsqueda de su historia personal? “Cuentas tu historia durante dos o más entrevistas de profundidad, la tejedora de historias escribe la historia y te la da, para que la revises; apruebas lo escrito; un mes después, la tejedora de historias te entrega tu edición (50 o 100 ejemplares de 80 a 120 páginas con diseño exclusivo; cada edición es acorde a la idea y el presupuesto del narrador)”, señala el sitio web.


Queremos que Conecta Arizona sea ese lugar en donde podamos darle un espacio, un eco y amplificar tus historias.

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